lunes, 9 de agosto de 2010

El dolor es algo temporal, la gloria es para siempre.

Un mes a pie. 30 días de esfuerzos, de alarmas a las cinco y media (en el mes de julio), de algún que otro dolor y ampolla. Pero todo se acaba, ya no existía fuerza que impidiera conquistar mi objetivo. Antes de llegar a Santiago, el monte de Gozo, donde los peregrinos lloraban antiguamente al ver las torres de la Catedral. He querido llorar, pero por el destrozo paisajístico, y la poca vinculación con el Camino, con el peregrino. La belleza en esta etapa, sin duda, estaba en el interior.

Ya entrando a Santiago, los cuatro juntos, hemos llegado a la Plaza del Obradoiro.
Alguna ha llorado, otro ha sonreído. Servidor ha dado las gracias. He agradecido poder hacer y terminar este Camino. He sido extraordinariamente feliz. Aunque la felicidad del Camino no es plena hasta que no se cumple todo lo que éste conlleva.

Después, a misa. Abarrotada. Hasta el último centímetro. Pero sin butafumeiro (me he quedado con las ganas). Al terminar, hemos ido a recoger nuestra Compostela, y acto seguido, a ver la ciudad. Una ciudad que sorprende al peregrino: después de un mes de puro románico y gótico, te encuentras con la Iglesia de Pelayo, renacentismo en todo su esplendor. Después, el Monasterio de San Martín Pinario (¡¡qué joya!!).

Aquí terminamos todos una experiencia. Algunos lo celebramos entre amigos, otros en silencio, y otros cantando. ¡Y qué bien cantan! Un grupo de unos 300 Scouts cantando en perfecta coordinación en la Plaza del Obradoiro nos han dejado la boca abierta. Igual que la Tuna de Derecho de Santiago, que nos ha ofrecido la mejor despedida, antes de irnos a dormir, que nos podía dar el Camino.

Hoy he terminado una de las experiencias más gratificantes, diferentes y enriquecedoras que he hecho nunca. He aprendido muchísimas cosas, tanto en lo cultural, como en lo arquitectónico e histórico; he conocido a mucha gente (maravillosa, inolvidable, imposible de nombrar uno por uno), y he descubierto una España distinta, que me ha hecho entender muchas cosas; he leído, hablado y viajado. He disfrutado.

Y todo esto se lo tengo que agradecer a mucha gente. A una amiga del alma, en la que encontré la razón más importante para hacer este Camino. A mi padre, que de tanto considerar esta aventura como una locura me preparó un buen equipo. A Álvaro, Elena y Tamara, por acompañarme estos últimos días. A los peregrinos que he conocido, que me han salvado unas cuantas comidas, entre otras cosas. A los que me habéis ido dando ánimos, leyéndome y llamándome. A vuestros comentarios. A quien me ha acompañado en todo momento. A todos.


Esta aventura ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Y me ha encantado compartirla con vosotros. Mañana, cuando abrace al Apóstol, pensaré en vosotros. Esto ha sido todo un placer.

Un beso, de corazón, para todos.


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sábado, 7 de agosto de 2010

Un largo trámite

La jornada de hoy ha sido larga. Aunque no dejaba de ser una diligencia al fin y al cabo. No ha habido ni grandes núcleos urbanos, ni catedrales majestuosas, ni importantes monasterios. Sólo colinas verdes y aldeas minúsculas que se superaban sin rodeo. El único obastáculo: los ríos, los innumerables ríos. Al cortarlos, la ruta se convierte en un contínuo sube y baja. Pero el día de hoy no ha sido más que un trámite (de 28 largos y no se porqué duros kilómetros), hacia Santiago.

Mañana, cuando llegue a Santiago, sonreiré. De alegría, de emoción, de satisfacción. No sé si me descalzaré, no sé si lo terminaré de rodillas, o si lloraré. Pero sonreiré con emoción y con satisfacción al ver completado uno de mis más duros retos. Rezaré. Abrazaré al Apóstol. Me prometeré a mí mismo varias cosas.

Y después, os contaré en mi último post cómo terminé el Camino. Luego, en Madrid, o en Irún, o en Barcelona, Bilbao o Málaga, nos contaremos entre cervezas el resto de experiencias. Este Camino ha sido impresionante.

Mañana, ¡más!


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viernes, 6 de agosto de 2010

Estoy en La Coruña (y he aprendido a jugar al mus).

Dos días. Quedan dos días. Pasado mañana, domingo, llego a Santiago. Y abrazaré al Apóstol... ¡¡qué locura!! A tiro de vieira está el destino más ansiado. Más preciado.

Hoy he entrado en La Coruña, y con ella, la última provincia que me queda por pisar. Pueblo por pueblo: Castromaior, Hospital de la Cruz, Ventas de Narón, Ligonde, Airexe, Avenostre, Palas de Rei, Casanova, Leboreiro, Furelos y Malide. Todo un entrar y salir de aldeas medio abandonadas, medio olvidadas. Servidas de bares y albergues por su mera cercanía a Santiago. Nada más.

En Ligonde hemos visto el "cruceiro" de Lameiros, uno de los más interesantes de la ruta (sus cuatro lados hacen referencia al calvario y a la muerte: martillos, clavos, espinas y calavera; mientras que en la Cruz destaca el relieve de la maternidad y de la vida).

Entre Casanova y Leboreiro hemos cruzado a La Coruña, para llegar, un par de horas después, a Melide, donde en unos minutos dormiré.


Por otro lado, pocas cosas me pueden hacer más feliz que volver a Madrid en coche, y acompañado. Y es que, mi tía me ha confirmado hoy que el lunes me viene a buscar, con el tío. ¿Se puede pedir más?

Mañana, desde la perdida (perdidísima) aldea de Brea, os cuento más (si hay cobertura).


Por cierto, porrrfín he aprendido a jugar al mus. Menos mal que este curso que empieza no estaré en Madrí... si no, ¡qué poco iba a estudiar!



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Quedan menos de 100 kilómetros

En la humilde cuneta de una carretera local, entre Brea y Ferreiros, frente a una hilera de robles: el mojón que marca el kilómetro 100. Santiago queda a tiro de piedra.

La etapa de hoy ha sido una maravilla: un dédalo de caminos, pistas, "corredeiras", sendas y carreteras imposibles de deshilvanar si no fuera por las características flechas amarillas que guían a Santiago. Una cadena de aldeas (fantasma) que apenas ofrecen vida, servicios, movimiento. Han sido, pues, 30 kilómetros desde Sarria hasta Gonza, pasando por Barbadelo, Rente, Brea, Ferreiros, As Rozas, Mercadoiro, Vilachá y Portomarín.

Esta última, curiosa. El pueblo original (que estaba formado por dos barrios, el de San Pedro y el de San Nicolás), a ambas orillas del río Miño, está desde 1960 bajo las aguas del actual pantano que lo rodea. Lo que hoy he visto (primera foto) es el nuevo pueblo que se construyó para realojar a los vecinos. Sólo se salvó la Iglesia-fortaleza de San Nicolás (segunda foto), que se trasladó piedra a piedra; así como la balconada del Ayuntamiento, y el pórtico de la Iglesia románica de San Pedro. Cosas de la vida. Y de la acción del hombre. Bueno, y de la ilusión constante que tenía Franco por inaugurar embalses, supongo.

En Portomarín hemos hecho una parada, a comer unos deliciosos bocatas de tortilla francesa con queso de cabra que ayer nos hizo Tamara, mientras mojábamos los pies en el pantano. Después, una naranja, y ocho kilómetros más hasta Gonza; donde a punto estoy de dormir (estos tres están sopa ya).

Por cierto, los paisajes, los pueblos, y los senderos: una pasada.

Mañana a Melide. Mañana, ¡más!



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miércoles, 4 de agosto de 2010

Amigos.

Tengo que estar extraordinariamente agradecido por muchas (por muchísimas) cosas a la vida: por los padres que he tenido, por mis hermanos, por mi abuela y mi tía, por toda mi familia; por las oportunidades que he tenido para estudiar, para aprender y para viajar; por haber nacido en Europa, en España; y por los amigos que tengo.

Hacier el Camino te da tiempo a reflexionar sobre muchas cosas, sobre experiencias vividas, sobre sentimientos encontrados, sobre personas... Hoy, por ejemplo, bajando una ladera con Elena, he estado pensando en cuántas veces me ha ayudado ella a estudiar Contabilidad Financiera, a entender mejor la Microeconomía, o a aconsejarme sobre la carrera. Con Álvaro me he dado cuenta de cómo la alegría de compartir tiempo con los amigos es superior a todas las dificultades. Tamara, me ha enseñado que pase lo que pase, siempre puedes sonreír a un amigo.

Hago esta reflexión como ejemplo. Ejemplo de todos los demás. La buena suerte que tengo con los amigos que me rodean es como para mencionarla.

Hoy hemos llegado a Sarria, el día ha sido tranquilo y sin sobresaltos. Pero prefería hablar sobre los amigos; y agradecerles a todos ellos en general, la alegría que me da estar cerca de ellos.

Gracias, amigos.
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martes, 3 de agosto de 2010

Galicia, y sus pueblos.

Cinco de la mañana: un grupo de 48 catalanes se despiertan, y a todo el polideportivo. Ni un poco de cuidado. Mal.

Y de ahí, vuelta a O Cebreiro, para hacer los 20,6 kilómetros de hoy. Otro paseo. Con unas vistas de película, unos caminos acogedores, y pueblos de antaño, con sus vacas y sus gallinas por la calle. Como la tradición manda.

La bajada ha sido un poco empinada en algunos momentos, pero ya se sabe: sin sufrimiento no hay Camino.

Liñares, Hospital, Alto do Poio, Fonfría y O Videudo son pueblos en los que me encantaría tener una casa rural, abandonada, y poco a poco ir recontruyendo. Con su chimenea, sus alfombras rojas, sus techos con vigas de madera, sus paredes de piedra. Sueños.

La verdad es que estoy extraordinariamente cansado, y se me cierran los ojos al escribir. ¡Mañana, más!


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Benvido a Galiza!

La salida natural de Villafranca es el valle de Valcarce. Y por ahí hemos ido. Una ruta de contínuos giros a diestro y siniestro, rodeando montañas, salteando los ríos, ganándole la batalla a la altura.

28 kilómetros, subiendo hasta los 1.300 metros, donde está O Cebreiro. Eso sí, con nuevos acompañantes. A las 5:30 de la mañana llegaban Álvaro y Tamara desde Madrí, preparados para hacer su primera etapa. El Camino se anima, y como veréis al final del post, se ha animado.

De Villafranca a Pereje; de éste a Trabadelo; de ahí a La Portela; luego a Vega de Valcarce, Ruitelan,y Las Herrerías; para pasar por La Faba y terminar en O Cebreiro. Todos llenos de caseríos tradicionales, dedicados en cuerpo y alma a la agricultura. Y aunque la entrada en Galicia no ha sido hasta el último pueblo, el ambiente y el entorno de casi todos ellos se aproximaba más a sus vecinos gallegos.

Y aunque quizás fuera una jornada difícil para empezar el Camino, Álvaro y Tamara la han terminado sin un dolor, a buen ritmo, bien. Elena disfruta también, poco a poco va olvidando el estrés del trabajo.

O Cebreiro es un pueblo acogedor, bien conservado, muy bonito. Pero muere de éxito. Turistas por todas partes. Peregrinos (CIENTOS YA) por todas partes. Tiendas por todas partes. Temo que empiece a perder el espíritu del Camino que hasta ahora había. Tal es el punto, que el albergue se ha llenado, todas las camas de posadas y hostales estaban completas, y no había albergue libre hasta los próximos 12 km. La única solución (aparte de dormir en la calle) era esperar a las seis y media, coger un autobus hacia un polideportivo a cuatro kilómetros fuera del Camino, y dormir en colchonetas. Y eso hemos hecho. Aunque por poco no entramos en el bus.

La cosa empieza a complicarse. A aglomerarse. Mañana hay que volver a O Cebreiro, y de ahí a Sarriá (guirilandia). A ver si por lo menos hay hueco debajo de los puentes. O algún cartón libre.

¡Mañana más!



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domingo, 1 de agosto de 2010

¡¡Viva el Bierzo!!

Elena ha terminado hoy su primer día de Camino. Ha sido una etapa sencilla: 24 kilómetros, casi planos, entre valles y bosques. Y lo hemos hecho muy bien de ritmo y de tiempo (de hecho, hemos sido los primeros en el albergue de Villafranca del Bierzo, donde hoy dormimos). ¡Pero! Después han llegado los dolores. Al final se han calmado, y todo parece suponer que se queda en una pequeña inflamación muscular.
Mañana veremos.

El Bierzo: comarca casi circular, de unos 60 kilómetros de largo, y cercada por la cordillera Cantábrica y los montes gallegos. Este asilamiento lo ha hecho rico y singular, con características diferentes al resto de León. Incluso llegó a ser provincia independiente entre 1822 y 1823. Un decubrimiento del Camino.

Sus pueblos son de una belleza extraorinaria. Singulares. Hoy, Columbriales, Fuentes Nuevas, Camponaraya y Cacabelos nos han acogido con sus calles abiertas, sus edificios de piedra bien conservados (y restaurados), sus iglesias catedrales...

En Cacabelos, por ejemplo, su Iglesia ha conseguido crear una armonía interior semejante a algunas catedrales: calidez, tranquilidad, paz, relajación.

Después, en nuestro camino hacia Villafranca, han empezado a moverse los arbustos, y de repente... ¡pum! Dos cervatillos han pasado corriendo (y saltando) a dos metros nuestros. Una maravilla. Después hemos podido comer un par de moras, y un par de higos, cogidos por el propio Camino. 100% naturales.

Y nada más entrar en Villafranca del Bierzo, la Iglesia de Santiago (la primera siete u ocho que tiene este pueblo), de estilo románico lombardo, y una magnífica portada del Perdón (un privilegio del Papa Calixto III concedía a los peregrinos enfermos que pasaban por esta puerta la misma indulgencia o favores que hubieran obtenido llegando a Santiago).

La Colegiata de Santa María es otra maravilla del románico, antiguo asentamiento de la Orden de Cluny. Como curiosidad, al Castillo de cuatro torreones circulares que se construyó para defender la ciudad, hoy pertenece al compositor y director de orquesta Cristóbal Halffter. Y bueno, el Convento de la Concepción, el de San José, o la Iglesia de San Nicolás de Flaü (¡qué retablos barrocos!), son otros ejemplos de la extensísima arquitectura religiosa de este pueblo.

Otra joya del Camino, como podéis ver. Otra joya de El Bierzo.
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Hoy, con tranquilidad. Y con Elena.

Hoy ha sido un día de tranquilidad. Un paseo, por la mañana, de apenas 14 kilómetros, y Ponferrada, donde me he encontrado con Elena. ¡¡Viva!!

Hemos visitado el Castillo de los Templarios, bajo un sol abrasador. Después, visita al Museo del Castillo, con facsímiles de numerosos manuscritos históricos de todo el mundo. Luego, paseo por el casco histórico de la ciudad, visita a la Iglesia, y descansar. Cerveza fresca contra el calor.

De camino a Ponferrada he podido ver algunos de los más bonitos pueblos que he encontrado por el Camino. Pueblos pequeños y medianos, coquetos, de muros de piedra, vigas de madera y tejados de pizarra. Con sintonía. Con callejuelas y rincones perdidos. Con sabor a pueblo.

¡¡Y he vuelto a cocinar!! Exactamente lo mismo que anteayer, pero esta vez para Elena (y sin olvidar la sal). Es decir, que no sólo sé cocinar, sino que puedo cocinar para los demás. Arte.


Mañana Villafranca del Bierzo. El Bierzo (con sus montañas, sus cien tonos de verde, sus pueblos astur-gallego-leoneses) en toda su esencia.

¡Un abrazo!
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