Ya entrando a Santiago, los cuatro juntos, hemos llegado a la Plaza del Obradoiro.
Alguna ha llorado, otro ha sonreído. Servidor ha dado las gracias. He agradecido poder hacer y terminar este Camino. He sido extraordinariamente feliz. Aunque la felicidad del Camino no es plena hasta que no se cumple todo lo que éste conlleva.
Después, a misa. Abarrotada. Hasta el último centímetro. Pero sin butafumeiro (me he quedado con las ganas). Al terminar, hemos ido a recoger nuestra Compostela, y acto seguido, a ver la ciudad. Una ciudad que sorprende al peregrino: después de un mes de puro románico y gótico, te encuentras con la Iglesia de Pelayo, renacentismo en todo su esplendor. Después, el Monasterio de San Martín Pinario (¡¡qué joya!!).
Aquí terminamos todos una experiencia. Algunos lo celebramos entre amigos, otros en silencio, y otros cantando. ¡Y qué bien cantan! Un grupo de unos 300 Scouts cantando en perfecta coordinación en la Plaza del Obradoiro nos han dejado la boca abierta. Igual que la Tuna de Derecho de Santiago, que nos ha ofrecido la mejor despedida, antes de irnos a dormir, que nos podía dar el Camino.
Hoy he terminado una de las experiencias más gratificantes, diferentes y enriquecedoras que he hecho nunca. He aprendido muchísimas cosas, tanto en lo cultural, como en lo arquitectónico e histórico; he conocido a mucha gente (maravillosa, inolvidable, imposible de nombrar uno por uno), y he descubierto una España distinta, que me ha hecho entender muchas cosas; he leído, hablado y viajado. He disfrutado.
Y todo esto se lo tengo que agradecer a mucha gente. A una amiga del alma, en la que encontré la razón más importante para hacer este Camino. A mi padre, que de tanto considerar esta aventura como una locura me preparó un buen equipo. A Álvaro, Elena y Tamara, por acompañarme estos últimos días. A los peregrinos que he conocido, que me han salvado unas cuantas comidas, entre otras cosas. A los que me habéis ido dando ánimos, leyéndome y llamándome. A vuestros comentarios. A quien me ha acompañado en todo momento. A todos.
Esta aventura ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Y me ha encantado compartirla con vosotros. Mañana, cuando abrace al Apóstol, pensaré en vosotros. Esto ha sido todo un placer.
Un beso, de corazón, para todos.
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